Capo tras capo, van surgiendo, van cayendo; unos mueren, otros quedan presos, algunos se apartan y terminan lavando su pasado para resucitar como empresarios con dinero bien lavado. Los casos de los capos solo sirven en los medios, las «batidas al tráfico» son pérdidas «planificadas», como quien vigila un supermercado sabiendo que alguien podrá robar un producto y se calcula esa pérdida.
La sociedad es víctima de un culebrón tipo «serie de TV», en el cual sabemos perfectamente su final y, penosamente, estamos listos para ver una nueva temporada cuando nuevos capos sustituyan a los que salen de «circulación», alimentando el morbo del público y la prensa, siempre ávida de sangre para analizar temas que, en realidad, no importan.
Los jóvenes del presente tendrán sus capos y los casos de capos. Los medios magnificarán a sus «chapiadoras» y la opulencia, con programas que, como narco-corridos, exponen el modus vivendi corto pero lujoso de estos «santos» de la droga, el lavado y la prostitución. Mientras tanto, los «medios hegemónicos» de los «popis» reproducen todo tipo de música que promueve las malas palabras y el consumo de narcóticos, sin que nadie les ponga trabas, pero parecen necesitarlas para vender.
República Dominicana se hunde en el caos social, el desorden y la provocación, sin que nadie entienda que se está llegando a un camino sin retorno. Cada capo, en cada época, se convierte en el líder de masas que resuelve los problemas que ni el Estado ni la sociedad pueden abordar ni les interesa impulsar soluciones verdaderas.
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